viernes, marzo 23, 2007

la chica de la curva.



lánzate al precipicio clickando la imagen













uno de los momentos que recuerdo con nitidez en mi memoría
era subiendo (o bajando) a Llamigu, el pueblo donde se celebraba la batalla de vino en las fiestas de su patrona: la virgen de loreto.
mis padres nos llevaban de ñajos en el land rover y yo sufría tanto en aquella carretera como nadie jamás sospechara. porque no recuerdo con claridad haber llorado a moco tendido, pero aún se me ponen los pelos de punta. igual eso explicaría porque lo he pasado tan mal saltando en paracaidas.
el caso es que los precipicios de esa carretera eran como las más profundas simas de Gondor, y la estrecha carretera hacía que el morro del coche pareciera iniciar el vuelo en una caída con consecuencias cataclísticas.
sería el final. mi mente
menuda, escondida bajo el flequillo con mechas rubias, comodepeluquería,
se retorcía y se angustiaba.

ya de pequeña me gustaban las batallitas.

ese día mi madre vió unas cañas que le gustaron y salió a cogerlas en la curva, al borde de la carretera.
al borde del precipio!!

desde mi postura infaltil estaba flotando.
dios mio,
no! tengo que salir volando pero mis piernas no me responden.

ya de
pequeñita
me gustaban
las batallitas.

ya sabía anticiparme al drama
asustarme demasiado,
estallar en pánico.


mira que recuerdo pocas cosas de mi infancia, nchst.

domingo, marzo 04, 2007

vente conmigo



déjalo todo. vente conmigo.
sus ojos suplicaban, chisporroteaban en destellos de ilusión
perforaban, penetraban
lo decían todo en cada parpadeo.

y sus palabras cortaban
como cristal caliente
como porcelana
como lágrimas que recorren la cara.

porque ella no le podía explicar
porque él no podría nunca entender
que diría que si, encantada
pero que
a veces
las cosas
casi siempre
no salen como uno esperaba
no encuentras el camino al doblar la esquina
la maleta pesa
las rodillas se doblan.

déjalo todo, vente conmigo.

(no puedo)

(yo quisiera)

pero...

sus oidos estaban cerrados
sus ojos tenían la seguridad del incosciente
del inocente
del que cree en los reyes magos
daba igual cuanto pudiera gritar
nunca
él
podría entender nada

el peso de la decision la asfixiaba
no podía mentir
porque nunca sabría su propia verdad
las únicas palabras que le salieron
después de un millón de años en la garganta

eres un niño
tú no entiendes nada.