sábado, junio 04, 2005

hace calor


A veces me gusta sentarme en el parque y mirar las ventanas de los edificios que desafiantes se irguen ante mi. Me gusta pensar en que secretos se esconden tras esas ventanas, que oscura cotidianeidad se ve enjaulada tras esas cortinas.
La ciudad solo sabe un pequeño porcentaje de la vida de los que la ocupan. La ciudad ignora cuales son las verdaderas entrañas de si misma.
Me gusta sentarme sola en el parque y mientras el tabaco me va fumando imaginarme que detrás de la ventana del segundo B una anciana tiene sobre el televisor una foto casposa de Dolores Ibarruri que sigue escondiendo cada vez que suena el timbre de la puerta y después de abrir mil cerrojos y dos cadenas se encuentra al cobrador del gas o del teléfono; jovencito sin ideales que no tiene ni idea de lo que fue pasar una guerra al lado de Durruti, sin nada que llevarse a la boca ni manta para quitar el frío. Que la vecina de al lado, la gastada joven divorciada, se ha propuesto en la frontera de los cuarenta, vivir una segunda primavera que el franquismo le negó, y sigue comprándose ropita ajustada y pintándose como si tuviera veinte años, pero veinte años atrás, y cuando sale a la calle y los obreros la llaman “jamona” piensa que aún le queda tiempo de rehacer su vida junto a algún hombre que al final resulta ser, como todos, un cantamañanas que solo quiere pasar por su cama y levantarse antes que las sábanas adopten la forma de su cuerpo y si se queda con ella es para chuparle su triste sueldo de cajera.
¿Que se esconde tras esos muros de hormigón? ¿Está en su dulce camita el pequeño Dani durmiendo a pierna suelta porque hoy ha jugado mucho o porque su madre le ha dado otra paliza cuando se le acabaron los tranquilizantes y las ganas de aguantar a un enano de cinco años pasada la treintena? Mientras mira cualquier programa y espera que su marido cierre el bar, esa triste tasca por la que ella dejó su carrera de bellas artes y a la que no se puede acercar sin sentir el viento helado en las venas del que desea ser alguien y solo es uno mas. ¿Y que culpa tiene el enano? ¿Por qué tuvo un hijo para salvar un matrimonio roto hace tiempo? El Valium apenas consigue empañar ya tantas preguntas.
¿Es verdad que la luz de la oficina que queda hasta la madrugada encendida es porque el joven ejecutivo adelanta trabajo para ascender o es el jefe de departamento que está probándose el conjunto de Playtex que se compró diciendo que era para un regalo? A veces se mira en el espejo con las ligas y las medias rojas y siente ganas de vomitar. La ciudad esconde en sus alcantarillas los despojos humanos, las cortinas solo los disimulan.
Me pregunto si la gente que pasa por delante de mi cuando estoy sentada en el parque es tan normal como aparenta o guardan bajo la gabardina una montaña de perversiones y crímenes inconfesables. Lascivia, adulterio, voyeurismo, alcoholismo, tendencias asesinas, drogadicción, hurto... ¿es la señora del cuarto una señora más o menos maruja o una asesina en potencia?. Aquella que sacude las sábanas en la ventana de su piso de protección oficial ¿cuando era joven y estaba en el pueblo fue capaz de matar con la hoz a su hermano para quedarse con la herencia o fue un accidente?
¿Esconde el presidente de la escalera un atropello con fuga ante el delito cuando estaba borracho como una cuba? ¿Va el respetable director de la Caixa a putas una noche si y otra también porque el pellejo que tiene como esposa no puede resistir las nauseas cuando el la toca?
La ciudad es un gigante que fuma decía Ariel Rot, no quiere mirarse el ombligo, no se descubre a si misma porque no quiere reconocer que hay mas ratas en la superficie que en las cloacas.
La noche cae mansamente sobre Vetusta, las temperaturas empiezan a bajar y el aire se hace más denso por todas las calefacciones que eructan sus gases al cielo sin estrellas. Un gato callejero rebusca en los cubos de basura junto aun mendigo que pernocta en el portal de las viviendas que se construyeron en aquella España donde comenzaba a amanecer y el vecino del cuarto de ese mismo edificio; calvo, bajito pero con dos cojones como todos los que hicimos la mili por devoción, (y en Ceuta) recuerda aún con sus compañeros de la Falange Española Auténtica cuando no están demasiado borrachos o han salido de excursión a quemar vivo a un inmigrante
Los observo a todos desde el banco del parque, en zona neutral mientras espero pacientemente que llegue Juan y quizás terminar siendo como cualquiera de esos solitarios rodeados de gente que comparten calefacción y hueco de la escalera en algún mugriento edificio construido hace demasiado tiempo en algún lugar de una ciudad cualquiera que no tiene aún ganas de reventar.


escrito con 19 o 20 años. ganó un premiecito sin importancia.

5 Comments:

Blogger kancerbero said...

Jo. Este sí que me ha gustado. Mucho.
No pensaba que fuera tuyo.

Bueno, eso no ha sonado muy bien, pero yo me entiendo.

5:13 p. m.  
Blogger Manos de Ámbar said...

Nada más comenzar a leer esto, recordé esa escena en mi mente de un hombre y una mujer que se escupen uno a otro champán haciendo sifón con la boca y con una rigurosa alternancia que describe Salinger cuando su protagonista mira por la ventana de su hotel y ve lo que ocurre en otras habitaciones.


Pues me ha gustado.

Cuando pienso que guardas todas estas cosas de hace ya varios años, sonrío.

11:53 p. m.  
Blogger Violeta said...

Hala. Me ha encantado... es una de las cosas que más pienso cuando vuelvo a casa por las noches... cuáles son las miserias que tapan todos esos muros...
:)

11:22 p. m.  
Blogger Kostas K. said...

Canción de los Rodriguez:
"¡Hace calor!,
Hace calor...!
uauuuuuuuuuuh

7:49 a. m.  
Blogger Laura said...

Qué tal el finde?

8:46 p. m.  

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